La Cuarta Vía

El Taller de los Políticos

Hace un par de meses salía de mi casa en carro, relativamente tarde para un compromiso, cuando se encendió un testigo rojo en el tablero: “Presión de aceite baja. Detenga el vehículo de inmediato”, se leía en la pantalla.

Afortunadamente, salí bien librado del problema, pues tenía la tranquilidad de saber exactamente cuál era la causa. Resulta que el carro tenía desde hace algún tiempo una fuga pequeña en el sistema de lubricación. Sí había un nivel bajo de aceite, pero no crítico; simplemente, el sensor había sido engañado momentáneamente. Bastó con ir a comprar aceite y echarlo para que se apagara el testigo. Evidentemente, eso no resolvió el problema de fondo, pero sí compró tiempo para poder arreglarlo en un momento más oportuno.

Sin embargo, no todos corren con la misma suerte. De hecho, lo más común es que estas fallas se presenten sin nosotros tener idea del porqué. Ahí es cuando acudimos a la temida opción de pegarle una visita de emergencia al mecánico, y digo temida porque, salvo que ya tengamos uno de confianza, para muchos mandar a arreglar el carro es dar un salto al vacío con la posibilidad de ser estafados.