La Cuarta Vía

EL QUE NO ESTÁ CONMIGO, ESTÁ CONTRA MÍ

La Casa de Nariño ha vivido días turbulentos recientemente: desde el supuesto escándalo de corrupción en la familia Sarabia, hasta una “aventura” del presidente en Panamá. Asimismo, sigue servido en la mesa del palacio presidencial el plato frío de la Asamblea Nacional Constituyente.

Todas estas polémicas han contribuido a manchar aún más la decadente imagen de Gustavo Petro. Según la última encuesta Invamer, la aprobación del mandatario ha bajado significativamente en los últimos meses, teniendo apenas el 32% de ésta para finales de junio. Si bien cada uno de los eventos nombrados amerita un análisis y crítica profunda, todos ellos tienen un denominador común: Una actitud imprudente y maniqueísta del mandatario.

Primero, respecto del ya agotador tema de la Constituyente, Petro tildó de “extrema derecha” a la Federación de Transportadores de Carga por oponerse formal y respetuosamente a dicha propuesta. Dicho calificativo es simplemente absurdo, pero es una pequeña muestra de cómo el jefe de Gobierno maneja la oposición: todo aquel que se atreva a cuestionar lo que dice el príncipe merece ser categorizado de extrema derecha, no existen los matices en su concepto absoluto; confunde ingenuamente un ataque con una crítica.   

El ego del presidente se expresa frecuentemente en los trinos que publica. Uno que llama especialmente la atención es el siguiente:

“El poder constituyente no lo convocan las personalidades. Eso es un contrasentido.

El poder constituyente lo convoca el pueblo. El pueblo es el dueño del poder.

Las personalidades son importantes, pero para llegar a un acuerdo nacional que ni más ni menos significa que el acuerdo sea construir una democracia. Un camino pacifico de construcción nacional”

Este trino es graciosamente irónico. Dicha respuesta era a una noticia de BluRadio Colombia que informaba que doscientas personas le enviaron una carta al jefe de Estado rechazando la idea de sustituir la carta magna. Dice que al poder constituyente no lo convoca una personalidad, lo cual es hipócrita teniendo en cuenta que Petro está haciendo exactamente eso, nadie hablaría hoy de una constituyente en Colombia si no fuera por su berrinche presidencial. A pesar de que reconoció que por una persona no se puede cambiar una constitución, probablemente piense que él está exento de esa regla, que su infinita sabiduría se lo permite. Más gracia causa pensar en esto sabiendo que no sólo los políticos rechazan sus ideas, sino que hasta el mismo presidente de la Corte Constitucional no entiende el porqué de una constituyente. Todo Colombia se pregunta, en palabras de Alfonso Gómez Méndez: “¿Qué diablos es lo que quieren hacer?, ¿qué es lo que quieren cambiar?”

 

No sobra mencionar, por último, frente a la constituyente, que el jefe de Gobierno eligió a Juan Fernando Cristo como ministro del interior con el objetivo de que impulse dicha iniciativa. Lo trágico de esto es que antes de ser elegido ministro, Fernando Cristo se oponía a la iniciativa, y luego de ser nombrado, cambió su opinión sin justificación aparente.

Ahora, otro tema bastante lamentable también es el de la prensa. El mandatario ha lanzado pullas contra la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y la periodista María Jimena Duzán. A la FLIP le dijo que estaban defendiendo una campaña antiprogresista (contra el Gobierno) y a Jimena Duzán la vincula con la agencia de inteligencia exterior israelí ‘Mossad’, ambas acusaciones arrojadas imprudentemente sin sentido alguno.

Por una parte, la FLIP es un reputado grupo cuyo objetivo es proteger la libertad de expresión de los periodistas sin importar la afiliación política. Esto se demuestra en una carta abierta a la prensa en la que la FLIP comunicó que trataron de reunirse con el jefe de Estado para hablar sobre las problemáticas de la libertad de expresión en Colombia y cooperar para solucionarlas, sin embrago, Petro nunca se apareció en las reuniones a pesar de haber confirmado su asistencia (nada nuevo). Por otro lado, el “pecado” de Jimena Duzán fue haberle preguntado a Laura Sarabia sobre el escandalo de su hermano por medio de una petición. Pareciera que indagar sobre un supuesto caso de corrupción fuera propio del Mossad.

A estas pullas lanzadas, muchos han respondido que Petro está censurando la prensa y que se está violando el derecho fundamental a la libertad de expresión. Si bien es cierto que esas respuestas pueden llegar a ser una exageración y que cualquier persona está legitimada a defenderse de las acusaciones que sobre ella recaigan, no por eso puede el presidente usar el tono con el que acostumbra a responder a sus “adversarios”. No sólo por el hecho de que a todos se les debe respeto, sino que su investidura se lo impide. La Corte Constitucional ha reconocido que los servidores públicos, al expresarse en público, por virtud de su cargo deben ser más prudentes y cuidadosos (T-949/11 y T-124/21), dos adjetivos de los cuales carece el mandatario.

Todos estos ejemplos son evidencia de que a pesar de que Gustavo Petro se venda como un conciliador siempre, cuando de la “oposición” se trata, es imprudente y pareciera tener como emblema “el que no está conmigo, está contra mí”. Esta reprochable actitud no se reduce a un simple problema personal. Lo realmente preocupante es que al adoptar dicha posición, entablar diálogos respetuosos para hablar sobre lo que necesita el país se vuelve distante. Un acuerdo político no se hace con una sola parte escribiendo los términos. El acuerdo no nace de una imposición así, y mucho menos se está dispuesto a aceptarlo si quien lo escribe toma la actitud que hemos descrito.  Para llegar al tan anhelado “Acuerdo Nacional” del que habla el mandatario, debe estar más abierto a la crítica, y si no cambia esto, lo único que recogerá de la cosecha serán más enemigos políticos.

Compartir

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *