La Cuarta Vía

Daniel Riano

Por: Daniel Riaño

LAS DOS OPOSICIONES

La institucionalidad en Colombia está pasando por un muy mal momento. Pese a que eso es una afirmación perfectamente válida para describir la realidad nacional desde el 7 de agosto de 2022, me refiero puntualmente a los dos temas que más han ocupado tanto la agenda del gobierno nacional como titulares en medios los pasados dos meses: la constituyente y la corrupción del gobierno Petro.

No sabe uno qué es peor: si el repentino intento de reinventarse el Acuerdo de Paz con las FARC, que ya lleva siete años y medio de vigencia, como una orden inconstitucional para formar una constituyente, o si el escándalo cada día mayor de la UNGRD, que involucra desde incumplimientos de promesas de llevar agua a La Guajira, hasta una cantidad desconocida de congresistas comprados y más de un billón de pesos repartidos de manera corrupta en Santander y Antioquia. El hecho es que el ambiente político del país en el momento está ante todo deprimente y frustrante; se levanta uno todos los días sin saber con qué locuras saldrá el emperador y en qué institución ahora tampoco se podrá confiar por nuevos escándalos de corrupción.

 Pero precisamente de estos temas ya se está hablando amplia y suficientemente en medios. Ya todo el mundo que haya tenido algo que ver con la negociación y firma del Acuerdo de Paz ha salido a desmentir la narrativa del presidente y el excanciller Álvaro Leyva, pero pareciera que por cada uno de los negociantes que habla en contra, más se aferran ellos dos a su tesis que recién se les ocurrió hace un mes llevando ya dos años en el poder. También bastante se ha dicho sobre los escándalos de la UNGRD, y Olmedo López y Sneyder Pinilla ya no parecen tener nada nuevo que quieran contar al país antes de concluir su negociación con la Fiscalía; por eso hoy quiero centrar su atención en el otro lado: cómo hemos reaccionado el resto a toda esta información.

Y digo el resto, porque tan absurda es la situación, que es claro que todo el mundo que no pertenece al Pacto Histórico (y aún algunos miembros de la colectividad del presidente) nos oponemos fuertemente a la idea de crear un proceso constituyente en Colombia. La propuesta incluso podría considerarse milagrosa, ya que logró hacer lo que hasta la fecha se pensaba imposible: poner de acuerdo a todos los expresidentes vivos en una misma cosa: oponerse al plan de Leyva.

Con sectores tan amplios y diversos actualmente en contra de estos sucesos controversiales del gobierno, sería un error pensar, como nos quiere convencer el excanciller al usar reiteradamente el ‘#ElSindicatoDelPasado’ en Twitter/X la última semana, que la oposición al gobierno en este momento es una estructura homogénea con visiones políticas similares. Evidentemente hay diferentes pensamientos dentro de los opositores a Petro, pero a mí manera de verlo,lo que más separa a unos de otros dentro de la oposición actualmente son las formas, no los fondos. Incluso podría hablarse de diferencias en formas que evidencian la ausencia de fondos en una de las partes: la derecha.

Dentro del tema de la constituyente de Petro, la mayor preocupación en la opinión pública ha sido el asunto de la reelección, pues con el palabrerío etéreo que disfruta tanto practicar el jefe de Estado, constantemente nos da señales mixtas en cuanto a sus posibles intenciones de buscarla; un día es “yo nunca he dicho eso”, al otro es “si el pueblo quiere, yo obedezco”, luego “eso es invento de los medios”, etc. Es claro que los opositores del centro están en contra de la idea porque rechazan enteramente el concepto de la reelección presidencial, especialmente los del Partido Verde y cercanos. Con buena razón lo ven como un mecanismo que se presta como vía de entrada a regímenes antidemocráticos y autoritarios, y esa siempre ha sido su postura sobre el tema.

Claramente, lo mismo no se puede decir de la derecha colombiana, y más específicamente del Centro Democrático. Este sector político es el más escandalizado por el tema, pero irónicamente fueron los primeros en la historia reciente del país que la buscaron y exitosamente ejercieron. El fundador de ese partido fue el gran beneficiario de una de las operaciones corruptas más famosas de la historia del congreso de la república, en la que se compró el voto de congresistas para nada más y nada menos que aprobar una reforma constitucional para otorgarle la facultad de reelección. La realidad nacional es cíclica, definitivamente.

La única razón por la que ese hombre soltó el poder, por cierto, es porque la Corte Constitucional le atajó la vía a un tercer mandato consecutivo; ¡él, más de lo que hasta ahora ha mostrado Petro, fue el verdadero antidemócrata! ¿Con qué autoridad moral vienen entonces los representantes de su partido, esos que se referían a él como “el presidente eterno”, a exaltarse en nombre de la democracia y reclamarle a Petro que no puede buscar la reelección? Es claro que este sector político no tiene principios en contra de la reelección, simplemente pretende atajarle la oportunidad como le sea posible a sus oponentes. Cuando la hizo Uribe, era hacer Patria (como se dice que le dijo en el baño a Yidis Medina en 2004), pero si la hace Petro, es dictadura; he ahí el relativismo moral de la política tradicional en su máxima expresión.

Desde luego, eso no quiere decir que no puedan oponerse a las intenciones de reelección del presidente, están en todo su derecho político, pero tienen la obligación ética de explicarnos a los votantes por qué el aparente doble racero que manejan sobre el tema; eso, o ser claros en rechazar sus errores del pasado. Ojalá se levantara dentro de ese partido un representante con la valentía de reconocer que su líder político cometió un craso error con su doble mandato, y hay quienes perfectamente pudieran hacerlo y estarían justificados, pues hacen parte de una nueva generación política que nada tuvo que ver con lo ocurrido en 2004, pero lamentablemente hasta la fecha no ha pasado.

Ahora, todo este tema de la reelección sigue siendo solamente una suposición, pero lo que ya es hecho es la intención de Petro, aconsejado por Álvaro Leyva, de realizar alguna especie de proceso indefinido de constituyente por decreto justificado como realización de los acuerdos de La Habana. Aquí, nuevamente, es muy diferente la reacción del centro a la de la derecha; mientras que el primero busca cómo frenar las desenfrenadas pretensiones inconstitucionales del gobierno, la derecha ha preferido tomar esto como oportunidad para reavivar el fuego en contra del único hombre que detestan tanto como a Petro: Juan Manuel Santos.

Ya tanto Humberto de la Calle, jefe negociador del gobierno en la mesa de La Habana, como Sergio Jaramillo, compañero suyo de aquella mesa, como el expresidente Santos, y hasta el mismo Rodrigo Londoño, excomandante de las FARC, han dejado claro en toda suerte de entrevistas estas dos semanas que la lectura que hacen Petro y Leyva del documento firmado por ellos no podría ser más descabellada. Ellos se han tomado, como debe ser, muy a pecho la tarea de mostrarle a la sociedad colombiana que el excanciller miente cuando dice que De La Calle afirmó en La Habana que el acuerdo de paz ordenara una constituyente, y que ni él ni Petro conocen más la interpretación correcta del documento que sus propios autores y firmantes.

En esta materia, el expresidente Santos dio el paso fundamental de adelantársele al gobierno y avisar en una carta a la secretaría general de la ONU sobre la pretensión de nuestro presidente de usarlos como una autoridad que excuse su actuar pasado de la raya en la jurisdicción nacional. Según La Silla Vacía, fuentes cercanas al Consejo de Seguridad de la organización ya afirman que no quieren tener que ver con el rollo de Petro y consideran el tema inadecuado para la reunión que sostendrán en julio, especialmente tras recibir la carta de Santos. Parece ser, entonces, que el expresidente exitosamente tumbó (por ahora) los planes nefastos de Leyva y Petro.

¿Y mientras tanto, en qué andaba la derecha? Prefirieron aprovechar que el Acuerdo de Paz y Santos volvieron al protagonismo en la opinión pública para despertar su enemistad con el expresidente en lo que probablemente fue un intento de darse la razón a toda costa. El primero de junio, la revista Semana entrevistó a Álvaro Leyva sobre el rechazo de los protagonistas de la paz a su constituyente, y no fue accidental que dicho medio decidiera que el titular de su edición de esa semana fuera citando al excanciller diciendo que Santos no leyó lo que firmó, ni fue coincidencia incluir al expresidente en los siguientes cuatro días nueve veces en sus titulares en línea, todos salvo uno con un tono negativo. Para la directora de Semana, en esta ocasión primó el echarle basura a Santos antes que “estar del lado de la gente” (como dijo en la convención de la Asobancaria que cree es la función de su trabajo) contra el uso abusivo del poder del gobierno Petro; bueno saber dónde están sus prioridades.

Por su lado, el Centro Democrático reaccionó con un comunicado resaltando cómo todo esto era al final del día culpa de Santos por haber firmado el Acuerdo y dejado en el texto el párrafo del que el excanciller inventa que hay un llamado a hacer una constituyente. Con esto, la derecha tradicional estuvo dispuesta a darle la razón a Álvaro Leyva, el eterno amigo de las guerrillas del siglo XX, con tal de poder echarle la culpa a Santos de alguna manera, y en el proceso, implícitamente legitimaron la postura inconstitucional del gobierno al que pretenden estar haciendo oposición. El mismo partido que se apresuró en febrero a enviar una comisión a Washington D.C para defender ante la OEA la independencia de la Corte Suprema para elegir fiscal general, hoy se quedó dormido a la hora de defender nada más y nada menos que nuestra Carta Magna ante la ONU de los ataques de Gustavo Petro.

En conclusión, puede decirse que la oposición (técnicamente independiente, en realidad) del centro sabe puntualmente a qué se opone y por qué se opone del gobierno Petro, y por básico que eso suene, desafortunadamente no veo que lo mismo pueda decirse de la oposición de derecha. Esa, desde el primer día de trabajo del presidente se opone a todo lo que él diga o haga por el solo hecho de ser Petro y nada más (y no pierden toda oportunidad de hacer lo propio con sus enemigos de épocas pasadas), bien sea porque están tratando de sacarle provecho político a la situación, o por plena ignorancia. Hasta que eso no cambie, personalmente me veo incapaz de depositar mi confianza en esa oposición de derecha, e invito al lector a considerar lo mismo.

En definitiva, hay actualmente dos oposiciones en Colombia, que coincidencialmente se dividen entre el centro y la derecha en su mayoría, pero lo que fundamentalmente las divide realmente es que una es inteligente, mientras que la otra negligente.

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4 Responses

  1. Queda clara su animadversión por la oposición de derecha, o más precisamente por el Centro Democrático al que usted tacha de corrupto, antidemócrata y negligente entre otras críticas.

    Pero lo que no especifica es cuál es la “otra” oposición, la “inteligente” en la cual usted se ubica. Quien compone esa oposición de centro según usted, me encantaría que diera nombres, ¿tienen partido?

    1. La oposición que yo llamo inteligente es la del centro político ya representado en varias personas que en general giran en torno a lo que fue la campaña de la Centro Esperanza para las elecciones del 2022. La llamo oposición, pese a que técnicamente el término correcto sería independientes, porque se ha demostrado experimentalmente en este gobierno que es difícil para la mayoría no oponerse al 80% de lo que plantea, y así lo han demostrado los del centro en efecto, con contadas excepciones (algunas muy malas, como el extraño apoyo de muchos de ellos a la reforma pensional). Yo personalmente no me ubico en el centro; soy de derecha, de una nueva que tiene esas quejas que menciona de la que ya está bastante representada en la clase política. Pasa es que siempre he admirado las formas tan decentes del centro de hacer política, y por ende, pese a las diferencias de pensamiento que pueda haber, deposito mi voto de confianza con bastante más tranquilidad en ellos que en la derecha en Colombia. En cuanto a los nombres de ese centro (al cual en pensamiento no me adscribo), algunos son mencionados en la columna: Juan Manuel Santos, Humberto de la Calle, pero también puede ser Katherine Miranda, los hermanos Galán, Rodrigo Lara, Catherine Juvinao, etc.

  2. Me gustaría saber esa nueva derecha que usted menciona, quien la compone aquí en Colombia. ¿puede citar nombres por favor?

    1. Mi visión personal es que aún no hay nadie prominente que la componga. Puedo pensar en personajes conocidos, pero ajenos a la política como profesión que la representan, por ejemplo diría Alejandro Bermeo (si bien con él yo tendría fuertes diferencias ya que él no es tanto de ala liberal sino más bien de una conservadora muy autoritaria para mi gusto). En cuanto a políticos, creo que Enrique Gómez se acerca ideológicamente, pero no lo veo a bordo en términos de las formas; en ese sentido le hace falta desdibujarse más contundentemente de la que llamamos derecha de vieja guardia, creo. Guardo la esperanza de que para 2026 Maria Fernanda Cabal pueda ser llamada de nueva derecha, si bien será siempre una mancha para mi gusto el hecho de haber pertenecido mucho tiempo al ala tradicional.

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